
Pulitzer y la Estatua de la Libertad
Joseph Pulitzer fue un magnate de la prensa estadounidense, célebre por su revolución periodÃstica y persona que da nombre a uno de los premios del sector más prestigiosos del mundo. Su nombre se asocia al nuevo estilo sensacionalista, a su premio y a la feroz competencia que mantuvo con otro genio del periodismo como fue William Randolph Hearst. Este personaje fue uno de los principales responsables de que la Estatua de la Libertad recalara finalmente en Nueva York y no pasara de largo para asentarse en otras ciudades como Filadelfia o San Francisco.
Su «periodismo de acción» como forma de mejorar la sociedad fue la clave para culminar el proyecto de instalación de la estatua en las aguas de la bahÃa de Nueva York.
Una estatua en peligro
Nos remontamos a 1885 y a la llegada a tierras americanas de una estatua desmontada. Una estatua hecha en Francia y pagada enteramente por suscripción popular en este paÃs como sÃmbolo de la libertad y de la alianza de estas dos naciones durante la Revolución Americana. La Estatua necesitaba un pedestal y el «Comité Americano para la Estatua de la Libertad» solo habÃa conseguido la mitad de unos fondos que se estimaban en torno a unos actuales 6 millones de dólares para construir una base adecuada para la estatua.
Ni el Congreso ni las instituciones estatales aceptaron aportar estos fondos. La suscripción nacional no tuvo éxito, en lo que se consideró un problema puramente neoyorquino. Se planteó la posibilidad de devolver la estatua a Francia por falta de acuerdos y otras ciudades americanas como Filadelfia, San Francisco, Boston o Baltimore ofrecieron espacios para su ubicación.
La intervención decisiva de Pulitzer
Ante el preocupante cariz de los acontecimientos Pilitzer decidió actuar. Su primera medida fue patrocinar pequeñas campañas de captación de fondos mediante la venta de entradas de espectáculos (boxeo, teatro…), merchandising de la Estatua y sobre todo una labor periodÃstica de opinión para promocionar la causa de la estatua. «Tenemos que conseguir el dinero» se tituló una de sus editoriales más célebres, en la que apeló al ejemplo de los ciudadanos franceses que sufragaron el monumento , que no fue un regalo de millonarios franceses sino de todo el pueblo de Francia para todo el pueblo americano.
El texto tuvo efecto. Pulitzer recivió cientos de miles de donativos que sumaron el equivalente actual a casi 3 millones de dólares. Unos fondos que se enviaron al comité encargado de recibir a la estatua y que permitieron contruir el pedestal que unirÃa a la estatua a la ciudad de Nueva York para siempre. Una campaña valiosa y eficaz, al modo de lo que serÃa hoy un crowdfunding.
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